viernes, 13 de marzo de 2009

La invisibilidad del pueblo afromexicano, ¿Un rasgo de discriminación?


“Para atacar un problema, lo primero
es que hay que conocerlo”
Refrán popular


Lo invisible, es aquello que no puede ser visto. Refiriéndonos a los pueblos y comunidades afrodescendientes suena un tanto absurdo que se les “invisibilice” ya que a través de la experiencia sensitiva podemos percibir las características fenotípicas de cualquier ser, en este caso de las personas con rasgos negros. ¿No será entonces que no queremos verlos? Una prueba de la invisibilidad puede encontrarse en la falta de datos estadísticos para dicha población. El rezago y la marginación que viven los afrodescendientes en México se explica también por la falta de una política pública orientada a atacar su problemática y a ofrecerles alternativas para su desarrollo regional. Aunado a ello se encuentra el fenómeno de discriminación que cotidianamente viven los afromexicanos en nuestro país.

El problema de la invisibilidad de los afromexicanos es claro ejemplo de la falta de reconocimiento entre sujetos, el reconocimiento del “otro” o de lo “otro”, como un interlocutor válido, capaz, o simplemente como alguien que existe. La intolerancia como respuesta a las amenazas de la propia identidad, descalifica a aquel que no se ajusta a la propia cultura por sus opiniones o costumbres, ve en él un peligro y recurre entonces al estereotipo, al prejuicio y al estigma. La memoria histórica del sufrimiento del otro y de las injusticias cometidas por el hombre a sus semejantes, son parte de las preocupaciones contemporáneas que nos permiten recuperar y mantener presente la lucha del ser humano por la realización de un orden racional justo y con plena garantía del respeto a sus derechos en cuanto seres humanos.

Esta apuesta por la visibilización de los pueblos negros, enfrenta una serie de resistencias de orden social, político y cultural que deben ser salvadas para comenzar entonces, a hacer visibles a los “otros” a aquellos que han sido olvidados y segregados durante el desarrollo de la vida nacional. Las resistencias referidas en las líneas anteriores, terminan siendo una suerte de “resistencias estructurales”, en donde la ausencia de la cultura negra en el imaginario colectivo, ha dado como resultado el hecho de que se considere a los afromexicanos como una población “sin cultura y características propias”. Este argumento se puede ejemplificar en el hecho de que nuestro país, considera como un indicador para conocer el número de habitantes indígenas, el uso y conocimiento de una lengua indígena originaria y distinta al castellano, de tal suerte que los pueblos negros, al no conservar una lengua de origen y no provenir de ningún país indoamericano, no se consideran como una etnia de acuerdo con los estándares nacionales y en contraposición al concepto mismo de etnia, que alude además de la lengua, la afinidad racial y cultural.

Una forma más del olvido estructural, lo representa el hecho de que en las reglas de operación de los programas de asistencia pública y de los proyectos de desarrollo y apoyo comunitario que otorga el gobierno mexicano, no aparecen las palabras: “afromexicano”, “afrodescendiente” o “negro”, por lo que dichos apoyos son negados, en muchas ocasiones, a aquellas personas de las comunidades afrodescendientes, quienes optan por conseguir un beneficio de esa naturaleza y terminan siendo víctimas de una discriminación también estructural al ser considerados como extranjeros en su propio país.

Con anterioridad se había mencionado que el fenómeno de la discriminación es uno más de los problemas con los que cotidianamente, se enfrentan las comunidades y pueblos afromexicanos, aquí entendemos junto con Jesús Rodríguez Zepeda “que la discriminación puede ser definida como una conducta, culturalmente fundada, y sistemáticamente y socialmente extendida, de desprecio contra una persona o un grupo de personas sobre la base de un prejuicio negativo o un estigma relacionado con una desventaja inmerecida, y que tiene por efecto (intencional o no) dañar sus derechos y libertades fundamentales.”

El concepto de discriminación que ha quedado plasmado en las leyes e instrumentos internacionales del Sistema de Naciones Unidas y del Sistema Interamericano, así como en un número importante de ordenamientos nacionales y locales, refieren que dicho fenómeno se manifiesta en la anulación o restricción de derechos fundamentales o libertades básicas, de ahí lo pertinente de considerar la invisibilidad de la población afromexicana como un acto de discriminación.

Sobre la base de el concepto ampliado de discriminación de Rodríguez Zepeda, podemos subrayar que el trato de inferioridad que se ha dado a los afrodescendientes -al igual que a los indígenas, las personas con discapacidad, los migrantes, las y los niños, los adultos mayores, entre otros- en nuestro país por muchos años, se sustenta en atributos y características que no resultan del todo agradables para aquellos quienes discriminan, por ejemplo el color de la piel, el tipo y color del cabello, la complexión física, la forma de pensar y de expresarse o el género. Estos criterios sociales están fundamentados en prejuicios y estigmas que a su vez, son la base de todos los actos de discriminación. El efecto de la discriminación que tiende a limitar derechos y oportunidades es de tal profundidad, que puede ocasionar el deterioro de las formas de convivencia social y la consolidación de relaciones de poder arbitrarias e ilegítimas que con el tiempo impiden el despliegue efectivo de las capacidades y de los recursos humanos con los que cuenta una sociedad.

Es evidente que las mayorías culturales, a menudo utilizan los rasgos étnicos y culturales de quienes les resultan extraños como guía para tratarlos cruelmente. El hecho de que los afrodescendientes salgan de sus comunidades en búsqueda de mejores oportunidades para vivir, puede resultarles un riesgo a su integridad por el desconocimiento que existe entre las autoridades policiales nacionales y locales, militares y oficiales del Instituto Nacional de Migración, quienes de manera constante suelen confundirlos con migrantes indocumentados extranjeros. Las denuncias de actos arbitrarios y vejaciones que se comenten cotidianamente a las y los afromexicanos a lo largo del territorio nacional, son muestra clara de la xenofobia, la discriminación y la falta de sensibilidad de las autoridades para con estos temas. Un testimonio recuperado recientemente en un taller de capacitación impartido en la comunidad de Collantes, Oaxaca ejemplifica lo anterior: “…. [Los negros] si van a [la Ciudad de] México son frecuentemente detenidos y encarcelados como inmigrantes ilegales provenientes de Centroamérica, despojados de todo, ¡Más de uno ha sido deportado a Centroamérica!.. Y luego tienen que regresar como ilegales, sin dinero y con mucho esfuerzo, para volver a ver a sus familias, a su país, y todo el riesgo que eso implica...”

Otra anécdota relatada en la Costa, nos refiere el trato discriminatorio que sufren los afrodescendientes en nuestro país. “Hace unos meses, fui a [a la ciudad de ] México en avión desde Puerto Escondido, para arreglar unos asuntos de la escuela y de regreso en el aeropuerto, esperaba la salida del avión y se me acercaron unos policías que me pidieron identificarme, Yo pude ver que las personas que estaban cerca de mi, comenzaron a sacar sus identificaciones y boletos de avión, esperando que los revisaran a ellos también, pero no lo hicieron, de repente comenzaron a guardar en sus bolsas su identificaciones, pues se dieron cuenta que el problema no era con ellos, “esculcaron al negro, pues siempre se asocia el peligro con nuestro color de piel”, Yo les di mis papeles y les respondí todas sus preguntas, las personas de mi alrededor ya desviaba la mirada y algunos después, parecían ignorarlo todo, “pues la bronca es con el negro”, escuché decir... cuando por fin, los policías me dejaron en paz y se fueron, la gente ya no me volteó a ver para nada y algunos se retiraron haciendo gestos hostiles y esto es un ejemplo de lo que nos sucede todo el tiempo”.

Los hechos de desconocimiento y olvido histórico abonados por la falta de información y los estereotipos forjados hacia la población negra, se reflejan de manera importante en la población mexicana, basta un ejemplo más: si se hiciese un ejercicio simple de encuesta en cualquier parte del país; en donde se le preguntase a un habitante de cualquier Estado del norte si hay negros en México, es altamente probable que responda negativamente, porque no posee información alguna que diga lo contrario; inclusive en la parte sureste del país ahí, donde la presencia afrodescendiente es importante, se dice que los negros que habitan en aquella región “son cubanos y no mexicanos”.

Existen datos contundentes que comprueban que en México las prácticas discriminatorias son socialmente extensas , por ello resulta necesario que la sociedad se percate de que todos los actores sociales deben estar involucrados en el combate a dicho fenómeno y sobre todo entendiendo que la discriminación no sólo debe formularse desde la perspectiva moral o de la caridad, sino como un problema político y de justicia social. Ante ello, la respuesta del Estado Mexicano ha sido la implementación de una “política antidiscriminatoria” que reconoce que la prevención de la discriminación es fundamental para elevar la calidad de vida de las personas y su bienestar económico, tratándose además, de un proceso imprescindible para el pleno ejercicio y goce de los derechos fundamentales y como un catalizador del desarrollo humano y cohesión social en donde se entiende que “la no discriminación es ante todo un derecho fundamental que debe considerarse como la antesala de los demás derechos básicos.” Es por ello que el combate a la discriminación debe estar presente de manera simultánea en las agendas y proyectos de desarrollo social, así como en las estrategias económicas nacionales, en la opinión pública y en las agendas de protección de los derechos fundamentales; pues la ausencia de esta relación equilibrada, ha demostrado que será imposible resolver los problemas socioeconómicos, como el combate a la pobreza y el acceso universal a la salud, a la educación, al trabajo y a la justicia, si no se entrelazan a ellos acciones para construir una cultura de igualdad.

El desarrollo de los pueblos negros de la Costa oaxaqueña es un tanto incierto debido primordialmente a que vivimos en una sociedad “pigmentocrática” que se tiñe con un color determinadamente preferente, y donde algunos particulares y autoridades han transgredido los derechos de los afrodescendientes. Bajo este panorama resulta de la mayor importancia la construcción inmediata de la “visibilidad” de la población afromexicana, también llamada “Tercera Raíz” no sólo a través de criterios antropológicos y jurídicos, sino con la conjunción de acciones del Estado y de la sociedad para incluir la presencia negra en el desarrollo nacional y lograr con ello el pleno reconocimiento de su existencia y de su riqueza y aportación cultural.

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